lunes, 18 de febrero de 2013

Framed Glass


With a one last cigarette burn
Into the sidewalk of this high street
Smiling at me, you say "lets go"
The weirdest impulse, oh so brief


What do you see in me?
Looking past all and into me
Fight away sobs with tears as seas
Giving hope, to carry on with my life.


Lend me your shoulder
for the hundredth time
And let me smother you
one last time, I say
Gaze into my eyes and tell me the truth

You look at me, beat up and broken down
And you smile at me, like it's the first time
This numb ragdoll I call a life
Breaks down on you, and it's all fine

Now all in all, the mirror is broken
The last hint was lost in the current
Looking around, it's me who has fallen
It wasn't somebody, but framed glass on the wall.

What did I see in me?
Looking right at me, whats left at least.
Losing to mute cries into the seas.
Lost all hope, to carry on with my life.


(Jun/12)




lunes, 29 de octubre de 2012

El circo

     ¿Cómo es eso de que querés enseñarme a vivir? Contáme una cosa, ¿cómo fue, de nuevo, que aprendiste vos? ¿Cómo fue que supiste que algo duele? Porque vos no sos de confiarte de lo que cuentan. Vos no te confiás cuando te dicen que el plato está pasado de sal; vos lo probás. Vos preferirías morir envenenado antes de vivir sin saber con absoluta certeza si ese fruto era en verdad venenoso. Vos sos de los que no viven a la segura porque así no es vivir y al final no es morir; no es nada y al final no fue nada porque no pasó nada. Preferís vivir un segundo que esperar por un siglo.
     Y ahora venís con ese hipócrita intento en un irónico carrusel de palabras que le pasan por encima al gatillo del revolver encuñado, ese que te ve a los ojos. ¡Ah! ¿Es que no lo habías visto antes? No, acá la cosa no funciona así. Vas a mantener los ojos abiertos (bien sabés que cerrados, no los tenés, cabrón), y la mirada mantenida, y te esperás a que te construya el espejo. Si, ese que es el único al que le has huido en toda tu vida porque a nada le huís, excepto a vos mismo.

     Sólo la sombra te descifra, y por eso te persigue; por eso huís. Vení a verte, ya el espejo está empezando, pero no todavía, no vayás a ver un espejo incompleto. Eso es de mediocres, y aquí los dos sabemos que mediocre solo es la ignorancia, la misma a la que te agarrás, detrás de la que te escondés. Pero una fachada de ignorancia no oculta la verdad. ¿No te sentís, ni una gota, HIPÓCRITA? Vení, vení, acercate (pero todavía no te enseño el espejo, porque no está listo), vení vos vestido de fuego a enseñarme a no calentar. ¿Te dejarías? Vos, que sos al que nadie se molesta en poner amarras porque te sobran alas; al que ni volviéndose mudo se deja de oír.

     Eso, acercandote. Pero, eso sí, con cuidado porque acá tengo una vela, y no querrás que se te aparezca por detrás la sombra, porque te agarra de los tobillos, no te deja ir y te recuerda a los actores, arruinando los personajes que detrás de escenas cambian de vestuario y pasan de rey a plebeyo.

     ¡Acto dos! ¡No se acaban, vienen más! ¿Se acaba el carrusel, o te quedan monedas? Y todavía con la fachada te acercás, ¿no te dije que tengo una vela? Cuidado con un incendio, porque las fachadas toman tiempo construir.
     Se te ven los ojos escarlata, y una peculiar expresión. ¿Estás viviendo? Mejor tomo nota, no se me vaya a escapar ni un detalle. Mirá, ya casi, casi se te distingue la sombra. Curioso, es una forma borrosa que parece una verdad. ¿Te asuste? O, ¿te asustaste?. Un susto dió un fantasma cuando no había mucho que conversar. El hombre sabio, conversa, y el susto se vuelve para hablar.
     Parecés estar confundido. Te mareaste en el carrusel, de seguro. Bajate, te invito a la realidad. Aquí las sombras viven y no tienen sombras, porque las velas son las sombras y lo que ves no es la fachada, ni los personajes, ni el vestuario. Acá ves lo que hay detrás. Sin maquillaje, ropas, ni juegos de luces: acá te enseño la verdad. ¿Sobresaltado? Verdad, verdad, verdad; ¡Verdad!


¡El interludio, damas y caballeros! Porque nuestro actor principal, maestro de las expresiones, domador de su faz desentendida de la realidad, ¡necesita un descanso! Agachate ahí mismo, y tomate un momento. Prometo no mencionar la verdad. ¡Perdón, no lo vuelvo a hacer! Ya el espejo está casi terminado, no te vayás a ir ahora. ¿En serio te querés ir? Vení, vení; yo pensaba que no temías a nada. Es interesante como el miedo solo le teme al miedo.
     Mente, no le temás a la mente, pues a fin de cuentas para eso te estoy construyendo el espejo, sino, ¿para qué?
     Parece que estás temblando, que raro, si la vela algo calienta... Bien, mejor cierro la ventana. Ya, listo. No, no hay paredes, pero hay brisa y entraba por la ventana, y no por las paredes -por las paredes no entra porque no hay paredes-, pero eso no lo sabías porque no sabés dónde estás. Mmm, no te lo mencioné. Es que ahora estamos en mi mente. Ni volvás a ver para buscar el carrusel, porque no lo vas a ver ya. Bueno, tal vez allá por el fondo. Sí, sí, todavía se ve tu mente en ciclos como se aleja. Todavía da vueltas el carrusel, y si te esforzás y cerrás los ojos (se que no lo vas a hacer, porque vos nunca cerrás los ojos) escuchás el sonido de su eje herrumbrado....
     Y.... ¡Se fue! Pero no estás solo, la sombra la tenés difundida con los talones. Aferrate bien, porque ya, lejos de tu mente, comienza la mía. Ya no se entrecruzan, porque ahora nos sos vos el que pretende enseñarme el secreto del porvenir, soy yo el que te abre las bitácoras de tus huellas. Ah, sí, te estremecés todo. Claro, detrás de toda la cubierta, bien sabés que has traído, entrelazadas entre la piel, las anteojeras de mentiras y falsedades que vos mismo tejiste, de hilos de palabras y con agujas de ego.


     Ya se te ve en los ojos el miedo. La fachada efectivamente se te fue al suelo. Y vos creías que nunca ibas a estar vulnerable frente a mí. Yo te conozco mejor que vos mismo, porque yo no niego los hechos, yo los veo, los observo desde afuera y los juzgo, los califico y los guardo, convertidos en perdigones, esperando este y muchos otros momentos. Y qué ganas me tenía de cargar. Esa negación que tenés... Pero mejor te enseño el espejo, que ya lo terminé. Lo junté con los reflejos de las lagunas que más ignorás, que más intentás ocultar tras tus mascaradas, tus falsedades asquerosas. Esas, oscuras, que por más que intentás ni la mugre se atreve a cubrirlas, porque enseñan con claridad la verdad; recordá que los reflejos no mienten. Vos me dejaste entrar, pensando que me ibas a guiar todo el trayecto, pero yo te conozco.

°°°

Entre maldiciones se atrevió a levantar el espejo. Y sí, ahí estaban todas las lagunas que bien sabía dónde se encontraban, pero que nunca me atreví a aceptar. Intentando contener un alarido que de todas formas no lograría escapar, sentí como la luz escapaba del recinto (¿cuál recinto?), succionándole la vida a la vela, alimentando el enmarcado horror. 

El espejo me consumió, obligándome a recorrer todas las páginas dejadas atrás, cada costa, cada valle, cada río en un hilo decadente.


El corazón del ébano

     La primera laguna estaba disimulada entre cinco altas paredes de piedra vestidas de ébano, y frías cual suspiro de despecho. Se elevaban hacia un cielo de un tenue resplandor esmeralda que aumentaba rítmicamente, maquillándolas. Decorándolo estaban no más ni menos de diecisiete estrellas, que alternaban sus murmullos para conversar con el horizonte. La única señal de vida que se apreciaba era un cerezo a medio marchitar, que no era muy cerezo, con tan sólo una flor blanca y una azul, bailando en la punta de una de las maltrechas ramas, que lograba aún mantenerse en pie en un pequeño islote apenas sobresaliente, que las aguas de la laguna bañaban con paciencia. El islote se delineaba con cientos de telas desgarradas que lo rodeaban hasta perderse en el abrazo profundo del agua, de colores grisáceos alguna vez vivos y brillantes como lo fue también el cerezo. Algunos trapos conservaban aún sus costuras y remiendos, sin que estos revelaran su identidad de antaño. Restos de cráneos por doquier, pero vistiendo con el mismo remanente; tan sólo la dentadura, y los labios resecados por el olvido, forzando una débil sonrisa que, de reojo, acusaban el amago de una mueca de miseria. Me parecía verles los ojos, pero cada vez que intentaba enfocarlos se escabullían  silenciosamente, evitando mi mirada.

La última costa

     El reloj marcaba la misma hora de siempre, 12:37. Las estrellas tercamente invadían el cielo, rodeando a una luna que no era ni llena, ni nueva, ni cuarto, ni media; ¿quién sabe? lo importante es que era luna. Se imaginaba que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad, como si hubiera habido luz, mientras sentía la fría arena deslizarse entre sus pies con cada vago paso que daba. Se imaginó que su piel se estremecía ante un súbito cambio de cálido a frío, como si de cálido se acordara. Incluso frunció el ceño, como si eso hiciera alguna diferencia. Caminaba lento y sin prisa, dejando ínfimos surcos en el incoloro lienzo que cruzaba, de vez en cuando dando una vuelta con la mirada clavada en alguna linterna del cielo, sintiéndose un pincel describiendo círculos sin sentido, cuando con el rabillo del ojo le llamaba la atención alguna otra y repetía, a sabiendas de que la marea desde ya condenaba cualquier huella que lograra imprimir.
     Las olas rompían en la orilla; a veces con fuerza y a veces débilmente, a un ritmo constante. Lograba escuchar sus propios latidos con claridad, casi sincronizado con el rugir del océano. Se le antojaba toda una orquesta, un conjunto con efectos calmantes. 
     Todo era en un intento fútil por ignorar esa angustia inexplicable que consumía su interior y le llegaba a través de cada fibra de su ser, que le urgía hacer algo al respecto, pero, ¿al respecto de qué? La incertidumbre acosaba su mismísima existencia despojando su vida de toda calma.

     Espontáneamente lograba soltarse las amarras una lágrima rebelde, corriendo estrepitosamente, buscando caer para encontrar una respuesta a ese sentimiento, a esa falta de emoción. Contenía impulsos por sollozar, los cuales el llanto le reclamaba empujando una lágrima sorda que desaparecía hacia el canvas arenoso. Luego omitía cualquier resistencia, solo para encontrarse en soledad sin siquiera su propio llanto, que ahora deambulaba, ignorando su propósito, en los pasillos de sus míseros laberintos internos. Se encontraba en un sentimiento de desolación absoluta, sin explicaciones, raíces ni frutos. Era una enredadera sin inicio ni final. En el día a día sus adentros se consumían al tiempo en que en el exterior se fortalecía una gran fachada de cualidades, atributos y personalidades coloridas; toda una función que anunciaba a gritos desesperados todo lo cual anhelaba verdaderamente ser, mas no en ese momento, a las 12:37, en la misma costa, bajo la misma noche (aunque, ¿para que exista noche, no debería existir un día? Si no, ¿para qué la diferencia?), frente al mismo océano de proyecciones que su mente había construido. Un espacio que fue alguna vez su refugio personal, su paraíso de la reflexión, que se había convertido en el último rincón en donde su ser se permitía refugiarse de la realidad.

     Seguía caminando lentamente, cuando se deslizó desde su piel y de regreso al montón un grano de arena clave. O, por lo menos, esa impresión dió; pues justo al momento en que terminaba uno de sus parsimoniosos pasos, sintió en su triste frente la primera de un ejército de gotas. Llovía. Era una lluvia delicada, lenta y sin energía alguna. No competía con las olas ni con sus propios latidos; la sinfonía que le acompañaba ya había empezado, y la lluvia no interrumpía. Pero sí sus reflexiones.

     Con cada gota que se suicidaba contra su piel, era como si se apareciesen imágenes de momentos verdaderamente felices a todo su alrededor, por tan solo un suspirar, para desaparecer al unísono con la espuma de las olas, pintando la orilla. Y con cada imagen recordada, se construía un espejo que le recordaba que su vida, maldita por el tiempo, no mantenía la esencia del pasado, si no que había cambiado, y ahora hedía a tristeza.

°°°































lunes, 22 de octubre de 2012

Smoke Of Doves

     The sands and dreadful noises of countless plane engines, gunfire, explosions, falling bombs and screams of men in agony smothered him. If he focused, he could isolate single sounds, momentarily being able to ignore the others in some sort of silent peace. he had mud all over his body, and his tilted helmet was covered with twigs and leaves in an attempt to blend in with the environment. He stood with his back against the northern wall of the trench, numbly reloading his M-1.
     He had just finished loading the ammo when he heard th lieutenant bark some distant orders. He didn't yell too loudly, but him and the rest of the men had trained their ears to be able to hear and understand his orders clearly over the battlefields' noise, so they all followed through. The man was last, so he couldn't hear much, but he saw his mates running from the trench and into the one next to it, and he followed them.
     Three...
          Two...
               One...
It was his turn to go.
     He took three long, fast steps, but had to quickly duck and retreat the moment gunfire was heard.
     as he waited in the trench for his signal to cross, he felt his fast-pounding heart struggling with the conditions. He swore under his breath.
     He hated this place and what it represented, but he was there because he was given no other choice. Most of the time when he was at rest in the trenches he wished he could rise up into the charcoal skies, up, up, up, up and up amongst the clouds, and fly home to finally-
          -It was his cue.
     He ran towards the other trench, and barely made it, because he felt several burning stings in his left arm, chest and right thigh. He'd been shot.
     He didn't yell, bu rather moaned a bit a swore again. Faster than he'd expect it (if at all) a medic arrived to check him, but he didn't really pay much atttention to him; he was so upset by the whole situation it seemed unreal.
     So, right there, in that precise moment, he decided he would, in fact, escape. He closed his eyes, and with a quick motion of his feet the man rose up in the air a hundred feet above the battlefield. He stared down as he dodged a passing plane. It seemed almost funny from up there; the explosions looked tiny and gunshots were seldom heard.
     He headed west, well above those damned jungles that would've otherwise been the most beautiful paradise, and over lands and seas, so fastly everything went past him in a blur of colors and sounds. He felt a freedom like none before, a peace unbeknownst to men, and so light he actually believed he was weightless.

(circa 2007)

Journey of Silent Peace

     He had her seized down, stripped and with her bound hands and feet, each tied to a corner of the old wooden bed. He thought about putting a gag on her, but soon he realized it wouldn't really make much difference. So as he finished carefully tying the knots, she relaxed her body, closed her eyes and took a deep breath, for she knew what had yet to occur.
     Time stopped, almost. Both could feel the room's atmosphere become lighter, as if moving was an effortless thought, just lingering between both of them, ready to trascend into one body or the other. Drawing the weapon took him into some sort of comatose state, like a deep feeling of nothing, of nonexistence. She noticed he handled it in a rather graceful way, very delicately, as if he was afraid to damage it.
     As she felt the thinned edge caress her skin, an unconcluded inkling of fefar whispered into her mouth, but with a distant lightning it faded into a quick and soundless moan, which he found odd - being suspended in a mute reality- but, at the same time, it was a smothering pleasure.
     While tenderly driving the tip of the knife into her calla lily skin (which, unsurprisingly, did not bleed), he felt his own crimson essence rain upon the naked body beneath his grip, filling up te freshly carved channels, in an attempt to humanize the dust-dead wounds.
     Yes, it felt a bit arm at first, but soon enough it started to burn like a salvage fire. The woman smiled as she saw his blood pouring from his chest and into her wounds, leaving no trace in between, feeding her openings more and more as he drew on her skin, just a tad faster, but still managing to do so with but the tip of the knife, quite softly, investing all of his will and heart in every stroke and every curve of the steel feather, whether it was pushing or pulling through the tissue, for he knew this had to be perfect for them, until he suddenly stopped their masterpiece. She did not want to force her eyelids apart, because she found the lack of senses a delightful experience. The only remaining hint of senses remaining in her was the feeling of his blood waterfall pouring on her, in massive quiantities, as if his chest was an everlasting source of life. Life meant so exclusively for her that the sheets and unsacrileged skin couldn't dare to bare no stains. And like that she waited, in a beautiful, frozen painting of a reality with no discernible existence, until the man resumed his beautiful artwork, only now he pushed the weapon a little deeper within her skin, drawing yet more blood from himself with each gentle swing of his scarlet-tainted brush, inviting peace to ever embrace them, an invitation that felt so warm...
     This chain-breaker, releasing her from the forseeable despondent existence, one that had seen more moons than stars in the autumn night skies and had set upon her the most despicable condition of all, was, at last, appearing. After so much pain, so many vicious cycles of losing and regaining faith, hope and will, she was being set free...
   Satisfied with the results, the man felt as the large tree ouside the high, round window staring inside; the needle-cold breeze breaking in through the same window, and the breath-taking darkness of the starless night sinking in. Everything being orchestrated to prepare reality to be bent enough to allow a single, final stroke that was to be executed in the strongest, most swift movement.
     She could sense him raising both of his arms well above them at the same time she felt her arms and legs disappear into a nihilistic state, and then, with one rapid swing-

     As soon as the knife pierced through her neck, he could feel his blood fountain stopping for one fraction of a second; time enough fot them both to take a final glimpse of each other, before becoming one with the breeze and the night, forever ceasing to exist in our common reality.

(circa 2008)

   

lunes, 6 de agosto de 2012

Would you pay attention to my melody?
Just the residues of pain within
I would be glad to have a talk
With that one man whose soul you stalk

Would you walk along the praire with me?
Just the steps we take, to finally
Reach well beyond our prettiest dreams
Or fall distraught, yeah, pretty deep

Thoughts thoughts thoughts inside
my head bursts into fireflies, hey
sickened, polluted imagery
Simply one more thought you let astray

jueves, 10 de mayo de 2012

De nuevo.

     Hay dos problemas; que uno mas uno no es igual a tres; y que tres entre dos es uno con residuo, y el residuo es la mierda, no importa.

     Si hay algo que detesto, es la depresión. Hacía por lo menos dos años no me daba otro bajonazo. Es una mierda. Sentir, con todo el ser, ganas de llorar y no poder. Es una mierda. Estar tranquilo y súbitamente sentirse así de mal. Es una mierda. Sentirse ínfimo, y tener que fingir tanta alegría, felicidad y relajamiento. Es una mierda. Querer, pero no querer, hablar al respecto y no poderlo ocultar; explotar. Es una mierda. Saber que cuando esté físicamente solo no voy a poder mantenerme tranquilo ni por un momento, porque al instante en que reflexiono, me deprimo. Es una mierda. El no encontrar las ganas, el impulso para seguir viviendo, más que no decepcionar, herir o enojar a los demás. Es una mierda. Ni siquiera hay impulso para suicidio, por suerte, pero encontrarse en un limbo existencial. Es una mierda. 
     No quiero morir, pero no quiero vivir así. El objetivo de la vida llegar a acercarse todo lo posible, y ojalá alcanzar, a ser feliz. Ergo, así no tiene sentido vivir, pero, a la vez, no tiene sentido morir.

jueves, 24 de noviembre de 2011

24-nov-2011

     La verdad no es un asunto suicida, pero pensándolo bien, ¿para qué vivimos? En este momento de mi vida tengo todo lo que necesito y casi todo lo que quiero, pero aún así pienso que en realidad seguimos viviendo más que todo por inercia, ya ni siquiera mucho por curiosidad. Hay gente que dice que porque la vida hay que vivirla, que por los buenos momentos, que por la familia, por la música, por el arte, por el amor. Sí, claro, el éxtasis natural que son los sentimientos y emociones, pero ¿qué trasciende? Obvio, como toda persona con condiciones similares a las mías disfruto de estas cosas (¿de la vida?) y no cuestiono el hecho de que me lleven un paso más cerca de ser feliz, pero ya después de todo, no queda nada. Claro muy bonita toda la charada del cielo, o la reencarnación, etc; pero eso ni lo sé ni nunca lo voy a saber, así que prefiero irme a la segura y asumir que todo es un balde de mierda. Entonces podría decir que el tiempo está contado y que, por lo tanto, tengo que aprovechar la vida al máximo. Unos dicen que saque el máximo potencial a mi intelecto y que sea el mejor profesional posible... ajá... ¿y? Otros que me enamore y tenga una familia (y puta, bien malo en el asunto), como reproduciendo el dilema (sí, sí quiero estas cosas, pero insisto, aparte de caprichos no son en realidad nada).
     Unas cuantas veces me han preguntado que si no creo en Dios, ¿en qué creo? Bueno, en nada. Y que si no me intriga ¿qué hay más alla? No, no en realidad. Me asusta más pensar que pasa acá una vez que ya todas las metas predispuestas están cumplidas (carrera, amor, familia; y que weiso en ese orden pero hay que ser realistas en estos tiempos siempre es así, y cuando no los que cambian son los últimos dos) porque acá es donde nos aparecimos y donde desaparecemos. Punto. A partir de ahí todo son ficciones y bonitas ilusiones colectivas. Me daría más miedo creer con todo mi ser en algo así, y vivir con esto en mente para que luego no sea así, pero si no es así no me doy cuenta, y si sí es, me arrepiento. A veces pienso que es por eso que soy tan multifacético (bueno así dicen muchos, yo diría simplemente curioso); metiéndome e intentando cuanta cosa pueda. ¿Música? Me encanta. ¿Teatro? Buenísimo. Las diferentes ciencias, teología, tecnología, no se. Todo me cuadra pero nada me gusta. No se, no se.
     Tal vez si me enamore piense que las cosas son diferentes, tal vez no, o tal vez incluso empeore; pero hasta entonces (y, ¿por qué no?) a seguir viviendo, a ver que pasa.